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V Velada Girolamo Fontana

El contratenor Alejandro Prieto junto al pianista Miguel Caballero durante la V velada Girolamo Fontana de PalmaEl pasado 10 de Julio se celebró la V edición del festival Girolamo Fontana en la que tuve el placer de tocar junto al contratenor Alejandro Prieto, músico maravilloso y un gran amigo desde hace más de 20 años. El entorno era encantador, al aire libre en una preciosa plaza del casco antiguo de Palma, donde la música vibró arropada por una suave y nocturna brisa veraniega. El programa combinó obras para voz y piano con otras para piano solo, formando un todo donde cada obra estaba unida a la siguiente a través de una suerte de discurso invisible que confería unidad al conjunto.

Programa

Frédéric Chopin (1810-1849)
Preludio Op. 28 nº7 - Andantino

Pauline Viardot-García (1821-1910)
Les deux Roses

Franz Schubert (1797-1828)
Impromptu Op.90/D.899 nº2 en Mi bemol mayor - Allegro
Winterreise nº1 Guten Nacht
Winterreise nº5 Der Lindenbaum

Franz Liszt (1811-1886)
Annés de Pèlerinage - Italie - Sonetto 104 di Petrarca "Pace non trovo" Agitato assai - Adagio
Oh! Quand je dors

Frédéric Chopin (1810-1849)
Nocturno Op.72 nº1 en mi menor - Andante

Johannes Brahms (1833-1897)
An Eine Äolsharfe, Op. 19 Nº 5
Feldeinsamkeit, Op. 86 Nº 2

Mädchenlied, Op. 85 Nº 3 - Siegfried Kapper (1821-1879)

Der Gang Zum Liebchen, Op. 48 Nº1

Frédéric Chopin (1810-1849)
Polonesa Op.26 nº1 en do sostenido menor - Allegro Maestoso

Reynaldo Hahn (1874-1947)
A Chloris
Trois jours de vendange
L’Ënnamourée
Si mes vers avaient des ailes!
L’Heure exquise

Le Rossignol des Lilas

 

bises

Franz Schubert (1797-1828)
Momento Musical Op.94/D.780 nº3 en fa menor - Allegro Moderato

Francis Poulenc (1899-1963)
Les chemins de l'amour - Modéré mais sans lenteur

ALEJANDRO PRIETO, Contratenor & MIGUEL CABALLERO, Piano

Como colofón, os dejo el maravilloso texto que Alejandro escribió y que acompañó los programas impresos del concierto. De lectura obligada mediante la cual la génesis y el sentido del concierto cobra una nueva dimensión y perspectiva.

Diario de “Les Sylphides” (Otro diario)
por Alejandro Prieto

Arriba el telón.

Hace poco tiempo he comenzado la lectura de un nuevo libro, un ensayo de Óscar Martínez, titulado "Umbrales" que trata sobre las puertas que dan acceso a otros espacios, algunos de ellos físicos como los hogares, templos, edificios públicos, tumbas, etc. y otros que nos descubren nuestro interior. Esas puertas que también nos conectan con el pasado y, a lo mejor, con el futuro. Porque en el presente abrimos y cerramos puertas sin darnos cuenta de lo que ese simple gesto representa en nuestras vidas. Un libro magnífico, por cierto, que recomiendo a quien se sienta tentado de enriquecer su espíritu. En mi caso particular no son las puertas las que me han dado acceso a esos espacios interiores tan míos. Para mí una puerta es un "telón", "rideau", "sipario", "vorhang", "curtain"… Un mágico telón de teatro.

Cuando el "sipario" se abre ante mis ojos creo estar en otro mundo, en otro momento: "c’est l’heure exquise" de Paul Verlaine. Cuando se abre el telón mi alma se exalta y hasta, a veces, ruboriza tanto mi corazón que me siento como el Hipólito velado que debe escuchar la terrible confesión de Fedra. Porque todo lo que sucede en el escenario no es magia, sino transformación: se libera nuestro espíritu dejando pasos a nuestros propios deseos, formando parte del juego dramático.

A mi memoria me viene cuando era muy pequeño, el recuerdo de una función de Ballet. La primera vez que vi Les Sylphides de Mikhail Fokine. Como si fuera aquella noche puedo sentir el estremecimiento que me produjo ese "lever" del paño luego de escuchar el Preludio Nº 7 de Frédéric Chopin, el mismo que abre nuestro concierto hoy. "Le rideau" se elevó lentamente para desvelarme el primer cuadro de la visión del poeta y sus sílfides, durante los dos primeros compases (Lento) del Nocturno en La bemol Op.32 nº2. Fokine siempre me despierta admiración y éxtasis y la creación de ese ballet sin argumento sobre la música de Chopin es una gran obra maestra, por eso le pedí a Miguel comenzar el concierto con ese breve Preludio de inquietante ensueño. No veremos después la sugestiva cadena de danzas que componen Les Sylphides sino que nos adentraremos en la casa de Pauline Viardot, famosa cantante y compositora, hija del célebre Manuel García y hermana de la gran María Malibrán.

Me recreo imaginando cómo serían esas reuniones del principio del siglo XIX; esa sala con el piano y con otros instrumentos, en esa intimidad que me recuerda que la primera versión de Les Sylphides, Fokine la llamó Chopiniana. Me gusta más este título. Fantaseo con ver a Chopin tocando sus nocturnos en la sala de la Viardot. No he investigado si eso pudo haber sucedido realmente. Como insinuaba Alexandre Dumas con célebre “se dice”, la Viardot tuvo "un affair" con Ivan Turgéniev, uno de mis escritores rusos preferidos, que casualmente escribió un poema en prosa que se titula "La Rosa", imposible de musicalizar. Por eso Pauline escogió los versos traducidos del original ruso de Anafasy Fet. La imagen de la Rosa, símbolo de la pasión y el amor estará presente durante casi todas las obras de nuestro recital.

"Al ver la rosa, la tomó repentinamente, contempló sus pétalos pisoteados y sucios… y al instante sus ojos se iluminaron con lágrimas.
Sus lágrimas lavarán este fango, -sentencié en tono de grave solemnidad.
Las lágrimas no lavan, las lágrimas queman. -me respondió ella y, girándose rápidamente hacia la chimenea, arrojó la rosa a las tenues llamas. El fuego la quemará mejor que las lágrimas, -exclamó…
Comprendí que también ella estaba quemada." (1)

Los versos de Anafasy Fet no son tan trágicos.

Tengo que recordar que Fokine creó otra joya coreográfica, "Le Spectre de la Rose", con la música del genial Carl Maria von Weber: Aufforderung zum Tanz op.65, orquestada posteriormente por Hector Berlioz, que estrenaron los célebres: Tamara Karsávina y Vaslav Nijinski, basándose en el poema homónimo de Théophile Gautier:

“Et sur l’albâtre où je repose Un poète avec un baiser”. Ecrivit : Ci-gît une rose Que tous les rois vont jalouser.

Por cierto, me viene a la memoria la pobre Marguerite Gautier, la protagonista de "La Dama de las Camelias" de Alexandre Dumas, que también tocaba la pieza de Weber y siempre se equivocaba en los mismos compases.

Nos trasladamos ahora a la Viena Biedermeier, a una Schubertiada. Mejor a alguna de las últimas en vida del célebre compositor. Una de esas reuniones en las que, ya extenuado por su enfermedad y resignado ante la muerte, les hizo escuchar a sus amigos el ciclo de Lieder "WInterreise". Franz Schubert fue un compositor singular, fueron maltratadas sus obras y su persona. Escuchar a Schubert no es tan fácil como muchos creen, hay que tener mucha paciencia. No es Chopin. Con mi amiga Marta Vella hablamos muchas veces del tema. Yo, por no contradecirla, le digo que sí, que Schubert no es tan interesante como Schumann, pero en la realidad de mi alma adoro a ese pobre muchacho que vivió sus miserables treinta y un años sabiendo que la muerte lo acechaba a causa de la sífilis. Mozart murió joven, pero él no estaba enfermo, por eso su obra no tiene la carga trágica que condena a Schubert a sumergirse en un dolor tan profundamente agónico. Después del Impromptu , comenzamos a andar por el camino del pobre viajero de Wilhelm Müller, rechazado y atormentado por un amor no correspondido, buscando la muerte como Hans Castorp y acercándose peligrosamente a ella. No sabemos a ciencia cierta si al final del ciclo va a morir o no, o si se habrá quedado dormido debajo del Tilo, que le llama con el cantar de su follaje arrastrado por el viento, para cobijarlo.

Y nos vamos con otro viajero más afortunado que Schubert y el protagonista de Müller. Franz Ferenc Liszt fue un pianista virtuoso que enloquecía a sus fans como hoy lo hacen los cantantes de música pop. Tomó partido por la línea wagneriana y compuso una gran cantidad de obras de las cuales sobresalen sus creaciones para piano, por supuesto, además de sus obras sinfónicas, sus ciclos de canciones. En sus años de peregrinaje, Liszt le dedica su vena creativa al genio de Petrarca y a algunos de sus sonetos, tanto como Lieder o en versiones para piano solo. Curiosamente, durante el confinamiento volví a leer los Sonetos de Petrarca y pude reconocer mejor a Laura. El soneto Pace non trovo, quizás el más conocido, desarrolla un tema melódico de gran apasionamiento. Es la lucha entre dos extremos opuestos:

"e temo e spero; ed ardo e son un ghiaccio”… Veggio senza occhi e non ò lingua e grido… Pascomi di dolor, piangendo rido; egualmente mi spiace morte e vita: in questo stato son, Donna, per voi."

Nunca he podido cantar la versión para canto y piano. Una pena, pero me he consolado durante estos últimos treinta años, recordando la figura de Laura, en los versos de Victor Hugo, con el fascinante “Oh! quand je dors”.

Antes de caer en las sutilezas de Brahms, volvemos con Chopin, otra vez a casa de la Viardot, con el Nocturno Op. 72.

He cantado los lieder de los grandes alemanes, desde Mozart hasta Richard Strauss, pero si realmente hay un compositor que me deleita interpretar ese es el genial Johannes Brahms. Hace poco tiempo mi pareja me regaló un arpa eólica, que tengo colgada dentro de mi habitación para que no la mueva el viento todo el día y no atormente a mis vecinos. Hay quienes se inquietan con la triste melodía del arpa eólica, no la soportan. Realmente An eine Äolsharfe es una pieza muy dramática que comienza con un recitativo inesperado que nos lleva luego a la melodía principal acompañada por esos acordes que imitan el sonido del arpa.

“Es rica, ágil y libre, sobre todo audaz en sus modulaciones” (2)

Y el texto de Mörike que desgrana la melancolía del yo poético que añora su primer amor, invocando al viento para que el arpa cante más fuerte y más fuerte. Al final un vendaval arranca la única rosa que hay en la terraza dejando a los pies del protagonista sus pétalos esparcidos.

Brahms era un amante de la naturaleza y muchas veces componía sus canciones en los meses de verano en Ischl o en Göttingen. Feldeinsamkeit es una ofrenda a la naturaleza (La locura del campo). El comienzo del piano siempre me despista, tengo que estar muy atento para no confundir la anacrusa con una síncopa, los acordes de la mano derecha confunden mi oído. Parece una tontería, pero será por el texto que me relaja tanto: "Ich ruhe still im hohen grünen Gras". Eso de descansar sobre la verde hierba me adormece, y los grillos, y estar envuelto por el cielo azul y maravilloso. Sólo salgo del éxtasis, al final de la segunda parte, cuando canto: “siento como si me hubiera muerto hace mucho tiempo” (gestorben bin)… Entonces remonto como la melodía atravesando los reinos de la dicha eterna. ¡Qué divina genialidad la de Brahms!

Mädchenlied (La canción de la muchacha) es tremendamente perturbadora: Una rosa es la causa de su repentina melancolía. La joven, caminando por la pradera, encuentra una rosa y piensa que no hay nadie que la recoja para ella. Entonces, ella podría recogerla pero... ¿a quién se la podría regalar? A su madre es imposible porque está muerta, tampoco para su hermana que ya esta casada y lejos en su casa, ni para su hermano que ha partido para la guerra. ¿Y para el amado? El amado está al otro lado de las montañas y del río. ¿Muerto? No lo sabemos.

El último lied de Brahms está basado en un poema popular. Este breve lied a "tempo di walzer" es como un bombón que apenas se tiene un instante en el paladar. Brahms ya había escrito en un libro de notas de la hija de Johann Strauss que lamentablemente él no había escrito el famoso Danubio Azul, pero este breve grito desesperado de la muchacha que espera a su esposo mientras éste se desespera por retornar pronto al hogar y calmar las ansias de su mujer, le permite a Brahms derrochar un brote de su lirismo vienés, que ya sabemos que no lo era. La segunda sección del lied me recuerda al Vals en Do sostenido menor (Op.64, n.º 2) de Chopin, que sirve como Pas de deux de Les Sylphides. ¡Curiosidad!

Otro telón que se cierra y otro que se abre. Con Chopin como anfitrión y su Polonesa.

Una de las obras que más admiro de Roland Petit es "Proust ou les intermittences du coeur", un ballet inspirado en la novela "À la recherche du temps perdu" de Marcel Proust. Al comienzo de ballet, se ve un salón de la "belle époque", y a Reynaldo Hahn que acompaña a un barítono en una de sus chansons. Esa canción es "L’heure exquise". Roland Petit tenía un instinto acertado para elegir la música de sus ballets.

Mi relación con Hahn comienza hace, por lo menos, cincuenta años. Mi gran maestra de piano, Olga Romero, me regaló para uno de mis cumpleaños un vinilo de Victoria de los Ángeles que incluía "L’énamourée". Por aquellos tiempos era tan difícil en Argentina encontrar una partitura de Hahn que tuve que esperar veinte años para poder cantar algunas de sus canciones, y fue gracias a la esposa del gran Ángel Lasala, maestro de mi querida Marta Vella, que pude interpretarlas. En 1999, cuando aún existían las librerías musicales, pude comprarme en la Boosey & Hawkes, que estaba situada en Regent Street, en Londres, dos volúmenes de sus canciones. Son para mí un tesoro y fuente de todas las obras que hoy interpreto de este gran compositor, al que hay que escuchar delicadamente.

Desde la poesía pastoral de Théophile de Viau, hasta la inmensidad de L’heure exquise de Verlaine. La enamorada muerta, que recuerda a una Giselle, donde nuevamente aparecen las rosas (et les ailes demicloses qui voltigent sur les roses) o la campesina también muerta después de la vendimia que aparece como un fantasma blanco, vacilando en sus pasos y las campanadas de la iglesia llamando al funeral y las muchachas de Aviñon llorando: “La vigne avait trop de raisin. L’amour vait fait la vendange”.

Escuché a mi amada Julie Andrews interpretar "Si me vers avait des ailes" por primera vez, en inglés. Me quedé enamorado de la canción con el texto de Victor Hugo: "si mis versos tuvieran alas como los pájaros… si mis versos tuvieran alas como el espíritu… si mis versos tuvieran alas como el amor..."

Y con un himno al amor acaba nuestro recital. Habrá alguna sorpresa, pero lo dejamos para el final. Hoy acaba la V Vetllada Girolamo Fontana, quizás la última, o la última.

Mi más profundo agradecimiento a todos los músicos con los que he tenido el privilegio de colaborar: Francisca Ollers, Josep Fiol, Marina Saavedra, Sonja Zecevic, Guillermo Femenías, Jaume Compte, Marc Alomar y Miguel Caballero. Un honor haber hecho música con ellos. A Gabriel Quetglas, que si no hubiera sido por su ofrecimiento hace ya cinco años, estos conciertos no hubieran existido. A todos los miembros de la Asociación de Vecinos de Sa Calatrava. A mis amigos y familiares que me han apoyado en este proyecto. Gracias infinitas. Y gracias a todo el público que nos ha seguido durante estos cinco maravillosos años.

¡Adieu!

Le rideau tombe!

Alejandro Prieto
Julio 2020

(1). La Rosa de Iván Turguéniev, Traducción de María Sánchez Puig.
(2). Brahms Repertorio Completo, Amadeo Poggi y Edgar Vallora. Ed. Cátedra 1999.